domingo, 8 de mayo de 2011

La generación de la EGB

En este país hay una generación de chicos y chicas que crecimos con la EGB.

Nuestras madres quitaban el polvo con Centella, lavaban la vajilla con un bote blanco con el tapón naranja de Mistol, y al jabón de Marsella le llamaban Lagarto.

Nuestros padres conducían un Seat 131 Supermirafiori. Nuestras bicis eran BH y nuestras primeras zapatillas de deporte fueron unas Paredes, aunque a nuestras madres les gustaran más los Kickers.

Nos cortaban el pelo a navaja.

Todos veíamos TVE: TVE1 y TVE2... Pero eso sí, podíamos elegir entre el UHF y el VHF.

Todos bebíamos gaseosa La Casera o La Pitusa.

Los hombres fumaban Ducados.

Los chicles eran Cheiw y los caramelos, Pez.

La gente dormía de miedo en colchones Pikolín.

El Athlétic de Bilbao y la Real ganaban las ligas por pares, hasta que a Butragueño le dio por enseñar los huevos.

A Sabrina se le escapó una teta en la Gala de Nochevieja y en todo el país no se habló de otra cosa hasta el mes de marzo.

Una señora le contaba a Encarna de Noche que se le quemaba el hijo en Móstoles porque tenía las empanadillas haciendo la mili.

Una caja de 12 plastidecores era un buen regalo de cumpleaños y por uno color carne eras capaz de matar. Las cajas de 24 eran como Bin Laden, existían, pero nadie las había visto.

Una bolsa de pipas Facundo de 15 pelas era enorme y, por una peseta, te daban dos Sugus.

Repartían álbumes de coleccionables a las salidas de los colegios para engancharte, y aunque los sobres de cromos costaban 5 pelas, también te los daban con las tapas de los yogures Yoplait. Lo mejor, buscar aquel cromo que te faltaba... e intercambiarlos.

A algunos nos daban dos Petisuis, pero es que lo de antes eran de la mitad de tamaño que los de hoy.

Las María eran Fontaneda, los camiones, Ebro y los monovolúmenes ovnis, por lo menos...

El camión del butano tocaba la bocina o el butanero golpeaba las botellas vacías contra las barras del camión cuando llegaba al barrio, y el afilador nos amenizaba con su armónica...

Los críos nos hacíamos brechas con los hierros oxidados de los columpios y, en alguno de los casos, nuestras madres, además, nos daban algún que otro cachete por romper los pantalones.

En vez de un Magnum Almendrado, pedías un polo de limón y, a veces, el chocolate era La Campana de Elgorriaga (malo, malo, malo).

No teníamos cuentos electrónicos, sino tebeos del Capitán Trueno, de Zipi y Zape, de Mortadelo y Filemón y nunca eran nuevos, pasaban de mano en mano.

Y la leche no venía empaquetada en tetra brik, sino en un sistema más sofisticado: bolsas de plástico, por lo que luego se necesitaba un recipiente para poder meter la leche en la nevera.

En lugar de grabar la música en CD, se hacía en una cinta de cassette TDK y la llenabas con 90 minutos de la mejor música. Eso sí, si alguno de tus colegas tenía un radiocassette de doble pletina.

Aquella generación coleccionábamos cochecitos Güisbal, teníamos Scalectrix o un tren eléctrico, construíamos nuestros castillos con el TENTE o el Exin Castillos o jugábamos con el fuerte de los Playmobil...

Aparecían los primeros anuncios sofisticados, donde el helicóptero de Tulipán aterrizaba en las piscinas para regalar bocadillos a los niños que allí estaban.

Aquella generación empleábamos el vaso de Nocilla para dibujar a Naranjito. Y era la merienda preferida porque es leche, cacao, avellanas y azúcar. A saber qué le echarán a la Nutella esa...

¡Y donde esté un buen foagrás que se quite el paté! :-)

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