El cielo se estaba llenando, así que San Pedro sacó un decreto: "Para entrar en el cielo, la persona debe haber tenido un día terrible en el momento de su muerte".
El decreto entró en vigor inmediatamente. Entonces, cuando llegó la primera persona, San Pedro le preguntó:
- ¿Cómo fue todo, cómo moriste?
Éste le contestó:
- Ya hacía mucho tiempo que yo sospechaba que mi mujer me estaba engañando. Entonces, decidí volver a mi casa más temprano y agarrarla in fraganti. Al llegar a mi apartamento, que queda en el 25º piso, mi mujer estaba enrollada en una toalla, muy nerviosa y actuando de forma sospechosa. Empecé a buscar por todos los rincones de la casa, debajo de la cama, dentro del baño... pero no encontré a nadie. Ya me había arrepentido de buscar, cuando miré a la terraza y vi al sinvergüenza colgando de la baranda. Como loco, cogí la escoba y empecé a pegarle en las manos, hasta que se soltó y cayó desde el 25º piso. Pero, por desgracia, cayó sobre un toldo que amortiguó el golpe y no se murió. Me dio tanto coraje que agarré lo más pesado que encontré en la casa, el frigorífico, y se lo arrojé encima. Sólo que, de tanta emoción, me dio un infarto y morí.
- Realmente, tu día fue terrible... -dijo San Pedro.- Puedes entrar.
Cinco minutos después, llegó el segundo candidato a la entrada del cielo, y San Pedro le preguntó:
- ¿Cómo fue todo, cómo moriste?
- Bueno, yo estaba haciendo mis ejercicios diarios en la terraza de mi apartamento, que está en el 26º piso, cuando me resbalé y caí. Por suerte, pude agarrarme de la baranda del apartamento de abajo. Ya casi me levantaba, cuando apareció una mujer enrollada en una toalla y un loco empezó a golpearme las manos con el palo de una escoba; entonces, me caí, pero como un toldo amortiguó mi caída, no morí. Estaba intentando levantarme, todo dolorido, cuando el mismo loco tiró un frigorífico sobre mí.
San Pedro empezó a reír y dijo:
- Entiendo, puedes entrar.
Después de otros cinco minutos, llegó el tercer candidato y, como a los otros, San Pedro le preguntó:
- ¿Cómo fue todo, cómo moriste?
Y el muchacho respondió, medio atontado:
- Oiga, usted no lo va a creer, pero yo estaba desnudo dentro de un frigorífico y, hasta ahora, no sé lo que pasó...
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