domingo, 18 de mayo de 2014

Diario de un desgraciado

  • Mi padre era imbécil. Trabajaba en un banco y lo atraparon robando bolígrafos.
  • Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre: — Hicimos lo que pudimos... pero salió.
  • Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que sólo me quería como amigo.
  • Mi padre llevaba en la cartera la foto del niño que ya venía en la cartera.
  • Pronto me di cuenta de que mis padres me odiaban: mis juguetes para la bañera eran una tostadora y una radio.
  • Una vez me perdí. Le pregunté al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres. Me contestó: — No lo sé, chaval, hay muchos sitios donde se pueden esconder.
  • El último deseo de mi padre moribundo fue que me sentara en su regazo. Estaba en la silla eléctrica.
  • Trabajé en una tienda de animales. La gente no paraba de preguntarme cuánto iba a crecer.
  • Cuando me secuestraron, los secuestradores mandaron a mi padre un trozo de mi dedo. Mi padre dijo que quería más pruebas.
  • Una vez me encontré a las autoridades sanitarias. Me ofrecieron un cigarrillo.
  • Un día me llamó una chica a casa diciéndome: — Ven a casa, no hay nadie—. Cuando llegué a su casa no había nadie.
  • A mi mujer le gusta hablar conmigo después del sexo. El otro día me llamó a casa desde un hotel.
  • Una vez ingerí un frasco entero de tranquilizantes. El doctor me dijo: — Tómese una copa y acuéstese un poco.
  • El psiquiatra me dijo que me estaba volviendo loco. Yo le dije que quería una segunda opinión. — De acuerdo, también es usted feo.
  • Una vez me iba a suicidar tirándome desde un décimo piso. Mandaron un cura para ayudarme. Sus palabras de ánimo fueron: — Preparados, listos...

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